La mar en moto
con la tierra perdida
la mirada haciéndote
aullar subterfugios
entre tu líquido
y el matorral.
De acá nadie sale
te atan al bosque
cuando el prado no existe
cuerpo a tierra de pocos.
Cinco compraron mi llanto
para volver a escupirlo
sobre sus caras.
Yo me apropio
de mí
yo me expropio
y no sé qué alcanza.
Los brazos barriendo
la vereda abrazando
el cimiento.
Decían lanzarse para salir
despreocupados por la edad
o por su estado.
Hablaban de armas
yo que sólo entiendo un calor
sobre el hombro la barba
cayendo los hombres.
La mirada,
catarata.
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