miércoles, agosto 11, 2010

La mar en moto
con la tierra perdida
la mirada haciéndote
aullar subterfugios
entre tu líquido
y el matorral.


De acá nadie sale
te atan al bosque
cuando el prado no existe
cuerpo a tierra de pocos.


Cinco compraron mi llanto
para volver a escupirlo
sobre sus caras.


Yo me apropio
de mí
yo me expropio
y no sé qué alcanza.

Los brazos barriendo
la vereda abrazando
el cimiento.


Decían lanzarse para salir
despreocupados por la edad
o por su estado.


Hablaban de armas
yo que sólo entiendo un calor
sobre el hombro la barba
cayendo los hombres.


La mirada,
catarata.






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