miércoles, febrero 20, 2008

sostenerme.



El llanto despedaza lo desconocido, se abre camino a la inmensidad esta tibieza implacable en tanto que las razones se clavan en la garganta que ya no soporta. Las garras de estos pájaros sin nombre se clavan todas en la carne que ya perdí, que no existe, que no aparece en este espejo, entonces la piel aprende a gritarme y el pecho que se contrae no es mío, tampoco son mías estas venas descolocadas. Siento cómo ciertos huesos quieren desprenderse y en tanto me duelen. Cuando termino estoy toda yo debajo y quebrada, hundiéndome un poco más en este hueco, abriéndome también yo paso entre el vacío que perdió los brazos para abrazarme. Las ranas caen por este mundo y nadie les reconoce la lucha, ven simplemente cómo se les muere el futuro y mis ojos se enrojecen, se enferman, me arruino. Dentro también me despedazo y no hay costado que quede sano, limpio, inmaculado. El viento y la lluvia ya no calman. No calma tampoco la cura. Sólo queda rendirse a esta obsesión de nunca poder rendirse y asfixiar al mundo con todo esto que intento guardar pero ya no puedo. Empiezo a salir y duele tanto, no me dejes. Por favor, no me dejes que todo este vacío podría comerse el mundo. Me agarro el cuello y miro arriba para respirar mejor y nada, ya sé que nada me calma.


Todas las huellas de un vidrio en fragmentación.